En mayo de 2017 estuvimos en Atenas rodando un documental que se centra en las vidas de unos refugiados que llevan meses atrapados en la ciudad, con la esperanza de ser reubicados en otros países europeos.
Mi rol en este proyecto ha sido de co-director, productor y responsable de guion y montaje.
El documental obtuvo, entre otros galardones, los premios a Mejor Largometraje Nacional y Mejor Fotografía en el Festival de Cine de Madrid FCM-PNR. Además, fue candidato a los XII Premis Gaudí de la Acadèmia de Cinema Català.

Faraway Land sigue la vivencia de un grupo de personas a lo largo de unos días en Atenas; unos días cualesquiera en una ciudad que se ha visto desbordada por la «crisis de refugiados». El documental se sostiene especialmente sobre tres historias que ejemplifican la diversidad de casos y de dramas que uno puede encontrar en Atenas.

Una mujer siria, madre de familia, vive en un piso con sus cuatro hijos (todos menores de diez años). ¿El padre? Huyó de Siria antes para no ser forzado a luchar. Ha conseguido llegar a Suecia, y ahora espera a que la burocracia permita a su familia trasladarse a vivir con él.
Un joven refugiado afgano, solo en la ciudad. ¿Su familia? En Afganistán; le pidieron que se fuera porque estaba amenazado de muerte por los talibanes. Él quiere ir a España. Pero al no estar los afganos considerados como «refugiados de guerra», el trámite es mucho más complicado: lleva casi dos años esperando una resolución.
Un artista sirio, muy joven y con un inmenso talento. Además de por la guerra, huyó a Europa para poder crecer como artista. La amistad con otros refugiados y voluntarios hace que su día a día sea más llevadero. En su caso, estar «atrapado» en la ciudad no le impide dedicarse a lo que le gusta, por lo cual ha podido establecerse bastante bien, dentro de lo que cabe.

Además de estas tres historias, aparecen otras pequeñas tramas y entrevistas, que ponen el foco en otros aspectos de la vida en Atenas, la situación social y política de Europa y Siria, etc. En cualquier caso, el común denominador de todas ellas es la demostración de cómo la amistad con voluntarios o locales hace que las personas refugiadas puedan afrontar su día a día de un modo muy distinto y, al mismo tiempo, la vida de dichos voluntarios se ve enriquecida, multiplicada, por el hecho de compartirla con los refugiados.

